Tag Archives: soledad

Las sociedades secretas

17 Ene

No hay sitio para un quinto en un grupo de cuatro y ella lo supo en cuanto se sentó cerca de unos chicos con las que hablaba a veces. En el momento en el que se sentó detrás de ellas, detrás de su perfecto grupo de cuatro mesas puestas unas detrás de otras de dos en dos, vio como se levantaba ante ella una muralla infranqueable de espaldas juntas, y aquella sensación de estar en un grupo, aunque eventualmente, se disolvió. Cuando aquel día, unas horas antes, se había sentado con tres de ellas había pensado que tal vez sería soportable aquel día sin su amiga y habitual compañera de pupitre. Pero ahora se sentía terriblemente fuera de lugar, solo había sido una sustituta de la cuarta chica del grupo, y la clase se presentaba larga y aburrida.

Se sentía enfadada con su amiga enferma, por no pensar en que la iba a dejar sola al decidir quedarse en casa aquella mañana, y estaba enfadada con aquellas chicas por no reconocer sus esfuerzos por integrarse, pero en el fondo sabía que no era culpa de nadie. Simplemente sucedía que no comprendía porqué simplemente por faltar su amiga se sentía tan aislada de todo el mudo, en la misma clase de siempre, pero sin su compañera.

Las veía girarse a hablar entre ellas y no podía evitar admirar aquel extraño mecanismo que las hacía girarse y crear un círculo donde conversaban. Un círculo perfecto, cerrado, un círculo donde ella no estaba.

Aunque al principio habría jurado que la clase no terminaría nunca, al final, terminó y pudo salir al pasillo junto con el resto de sus amigas. Vio entre los hombros de los demás alumnos que salían, al fondo unas probetas. Habrían hecho algún experimento. Mas tarde les preguntaría por él, pero pronto dejaría de escuchar pues no entendería nada. Inexplicablemente la diferencia de conocimientos entre ellas, lejos de acercarlas, las distanciaba y en el futuro se distanciarían más, pero ella no estaba dispuesta a admitirlo.

Aquel día el grupo había menguado,últimamente las cosas estaban cambiando y ella no había podido evitarlo. El grupo se dividía, las más carismáticas habían decidido expulsar sutilmente a otra de ellas la cual ella la consideraba su más mejor amiga, pero esta se había apartado del grupo y por ende también de ella. No entendía aquel distanciamiento, pero de repente una idea le golpeó de lleno: era su más mejor amiga, decía ella, pero ¿qué era aquello que las hacía supuestamente las mejores amigas? No iban a la misma clase, ya no estaba juntas en el recreo y apenas se veían fuera de clase, pero ella seguí diciendo, y sintiendo, que mantenían un vínculo más fuerte que todas las cosas. Pero eso no podía ser, no podía ser que ambas formaran una asociación secreta que las uniera aun sin verse, solo el roce hace el cariño y hacía tiempo que no había ese roce.

Todos estos dilemas le cansaban demasiado y solo deseaba que todas se fueran a sus respectivas casas para poder estar tranquilamente sola, pero ademas porque cada una en su casa con sus cosas, ella no podía sentirse desplazada de nada. Pero se equivocaba pues a media tarde una de sus amigas la llamó dándole una noticia chocante cuanto menos. Corriendo llamo a la afectada y se quedó de piedra cuando su respuesta fue «pero, ¿no lo sabías?» No, ella no lo sabía, no sabía nada. De repente comprendió que había estado completamente equivocada al pensar que no sucedía nada cuando todas estaban en sus casas. Sí sucedían, unas salían con chicos, otras con otras chicas en otros grupos y entre todas se llamaban por teléfono para contarse qué sabía ella qué. Pero ella no salía con chicos, no había sabido mantener dos grupos de amistad porque sus amigas los compaginaban bien porque no había nada entre un grupo y otro, pero en su caso ambos grupos parecían no llevarse bien y se sentía traidora del otro grupo. Aunque nada de ello le importaba al final del día. Solo le importaba en ese momento el vínculo secreto que mantenían sus amigas por teléfono donde ella no estaba.

«Algo me falta, tengo un vacío dentro, un hueco que no se con qué llenar» Y eso era cierto. Pero pasaría casi un año al lado de la pieza que le faltaba antes de ver qué era esa pieza la que encajaba dentro del vacío que sentía. Y por fin lo entendió, podía comprender que sus amigas saliesen con otras personas y con chicos, porque por fin ella también lo hacía. Por fin  podía ver en qué consistían las sociedades secretas; no las ves, a veces entra gente para enseñar algo a los demás y después se marcha, incluso a veces no sabes ni si quiera si perteneces a una o simplemente eres un suplente pero también comprendió que se podía estar en varias sociedades sin traicionar a los demás, porque ella tenía otras asociaciones secretas consigo misma que, al final de todo, resultó ser lo único que importaba.

Jimena Stramp

24 Sep

Hoy quisiera hacer mi primera entrada «ficticia» no porque no sea cierta sino porque me la he inventado. Es un nuevo Inicio pero no es el mio sino el inicio de una serie de historias que llevan mucho tiempo dándome vueltas en la cabeza.  Esta se titula Jimena Stramp :

Querida hermana:

Esta noche me he despertado sobresaltada y desorientada sobre mi cama. Medio dormida aun me he levantado y me he arrastrado de alguna forma hacia el cuarto de mama para meterme en su cama. Por un momento he vuelto a tener siete años y mama volvía a estar en su cama, y tu dormías o estudiabas en tu cuarto, encerrada en tu mundo como siempre. La casa volvía a oler a incienso y escuchaba esa música que mama solía ponerse para dormir pero que continuaba mucho después de que esta se hubiese dormido. Siempre estaba agotada. Por un momento he vuelto a sentir todo esto, pero he abierto un poco más los ojos y me he dado cuenta de que ya no tenía siete años sino diecisiete, que la casa no olía a incienso y que la música que se escuchaba era la radio que había olvidado apagar. Me dejé deslizar hasta el suelo y comprobé que esta no era la casa de mi infancia, que el cuarto que permanecía cerrado no era el tuyo, que mama ya no estaba en ninguna cama durmiendo y que no ibais a volver nunca.

Al recordar esto me entró un miedo repentino por seguir en alguna de esas casas de acogida en las que nunca he estado integrada, o peor, cuando empezaba a integrarme y a abrir mi corazón a mi nueva familia los mataban o lo intentaban y yo tenía que volver a huir y empezar de nuevo. A veces te envidio Gine por haber muerto. Durante estos diez años que han pasado lo he deseado cada noche. Pero ya no. Ahora me dejan vivir sola, por fin.

Si mama está contigo allá donde estéis dile que lo siento, que no pude salvar ninguno de sus recuerdos, ningún álbum ni foto ni joya, nada. Esos bastardos se encargaron de llevárselo todo mientras yo me escondía en la bañera tapada por la cortina. No sé cómo no me descubrieron. Aunque aún tampoco sé por qué vinieron, quienes eran o qué querían. Hace ya un año que no se nada de ellos. Ya no me persiguen, creo. No tengo contacto con nadie más que con este diario. Supongo que les basta con saber que estoy sola y que no puedo hacer nada. Eso debe de ser lo que querían desde el principio.

Un rato mas tarde:

“Tu casa ya no es segura. Sal de ahí cuanto antes. Ve a la parada del autobús 53”

¡¿Pero qué demonios ha podido ocurrir?! No he hablado con nadie, nadie sabe dónde vivo, ni que vivo sola. Ni siquiera los vecinos.  ¡Ay Gine, todo vuelve a comenzar! A saber a dónde me mandan ahora. Joder joder otra vez a alguna familia a la que matarán. Cada vez que ocurre veo vuestros rostros fríos en el suelo y el charco de sangre que os aureolaba, mientras corro hacia la seguridad de la noche os recuerdo. Es curioso porque nunca lo vi, pero es como si hubiese estado ahí en ese momento.

Se acerca el coche verde de todas las ocasiones. Ya te contaré más tarde. Cuídate Ginebra a mi me irá bien.